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La DANA y las obras supuestamente milagrosas

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No puede hablar, pero muchos lo han hecho por él; por lo general, atribuyéndole propiedades taumatúrgicas. Incluso hay quien ha propuesto una nueva edición. Me refiero al conocido en València como Plan Sur (1961), plan urbanístico derivado del desvío del Turia por la riada de 1957.

Los autores directos del proyecto de la opción adoptada, la Solución Sur, ya no están entre nosotros, aunque dejaron testimonio de sus dudas y cavilaciones en algún momento. Así lo pude comprobar en unas jornadas que organicé con algunos de ellos en el Colegio de Caminos en el año 1991 y de las cuales guardo transcripción de lo que allí se habló.

No fue la única opción que se barajó. La Solución Centro -el mantenimiento del cauce urbano (hoy ocupado por el Jardín del Turia) añadiendo   una presa en Vilamarxant- fue descartada alegando que los valencianos, traumatizados por los efectos de la riada, sólo habrían aceptado un proyecto que sacara el río de la ciudad.

Aquel plan y otras decisiones posteriores han condicionado a lo largo de los años el crecimiento del área metropolitana, asumiendo el modelo basado en la movilidad individual motorizada y relegando a la zona sur de la ciudad a un papel claramente subalterno que ahora, con la DANA, ha vuelto a pagar un altísimo precio.

Sorprendentemente, una obra de tal envergadura (un cauce de 12 km de longitud y unos 200 metros de ancho) no ha recibido la atención crítica que requiere, tan sólo ha quedado su etiqueta supuestamente salvífica ignorando los costes de todo tipo, absolutamente desproporcionados. Hay que exceptuar algún trabajo profesional como la magnífica tesis doctoral del profesor Iván Portugués de 2017 y la edición posterior de su libro ‘La metamorfosis del río Turia en València’ de 2021.

Traigo el Plan Sur a colación por el protagonismo que han adquirido ahora las obras vinculadas con el sistema hidrológico. Y en especial, aquellas que, según sus valedores, debieron haberse ejecutado y así “habrían salvado vidas”.

La ingeniería de Caminos y los departamentos de la Facultad de Geografía de la Universitat de València han sido los sectores profesionales que más han destacado en los debates y en la presencia en los medios de comunicación. Pertenezco al primer sector y mantengo desde hace tiempo que no creo que tengamos todas las claves para resolver los complejos problemas de nuestro tiempo, y por ello es necesaria la colaboración y el aprendizaje con otras disciplinas académicas. A lo largo de los últimos cinco meses he comprobado lo valioso que resulta pensar y trabajar en común. La condición de persona experta, por sí misma, está señalando las limitaciones y no la globalidad de los problemas que puede abordar. Por eso descarto cualquier muestra de supremacismo profesional.  

Algunos de mis colegas han aportado, a título individual, valiosas reflexiones en los campos que conocen bien y han debatido con especialistas de otras ramas. En cambio, algunos representantes colegiales, tanto de ámbito estatal como autonómico, han dejado caer opiniones que me mueven a la crítica. En concreto, creo que no podemos otorgar efectos milagrosos a determinadas infraestructuras en casos como los derivados de la DANA. Afirmar sin matices, como estamos escuchando, que determinadas obras habrían salvado vidas resulta, a mi juicio, inoportuno, por ser una apuesta técnicamente indemostrable: una ucronía, como la define de forma precisa la RAE “reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos”.   De esta forma se está desviando la responsabilidad de lo sucedido a otros ámbitos diferentes, añadiendo más frustración a los familiares de las víctimas. Sí hay pruebas, en cambio, de cuáles son las medidas que, como se aplicaron en algunos casos, evitaron daños humanos.

Tampoco se puede abordar la llamada reconstrucción con los mismos criterios que se tuvieron en cuenta para la construcción del territorio.  Igualmente, mirando al futuro, no dejan de ser improvisadas algunas de las propuestas que se vienen lanzando sin más argumentos que los empleados para otros casos pasados.

El ingente acceso actual a datos y la avanzada tecnología disponible permiten generar modelos digitales que ayuden a la planificación de las medidas correctoras de una manera documentada. Pero, puesto que hay una necesidad de entender qué sucedió aquel terrible día de octubre, algunos de esos modelos también pueden servir para explicarlo; y además, para prevenir los impactos de las danas que desgraciadamente se repetirán en el futuro.

Es claro que todo un conjunto de supuestos y de prácticas del urbanismo tradicional han quedado en entredicho y exigen una revisión a fondo. El crecimiento por el crecimiento no tiene ningún sentido, y continuar produciendo y gestionando la ciudad y el territorio bajo estos mismos principios resulta inadmisible.

La catástrofe ha mostrado que no avanzaremos si no tenemos en cuenta las aportaciones de todas las disciplinas y conocimientos, de todo el talento disponible, desde la Academia a las personas que habitan las ciudades o cuidan del territorio. Y en especial, si no actuamos en consecuencia con las advertencias del mundo científico sobre las consecuencias del Cambio Climático, que alguien  interpreta como “la venganza de la Tierra”.

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